{rokbox}images/stories/news-byl/2912/2912-silver-king.jpg{/rokbox}
Silver King, de los pocos que, justificadamente, vuelven
a utilizar la máscara que algún día perdieron.
Siempre he guardado respeto de fanático de hueso colorado por las máscaras, pues, como lo he repetido infinidad de veces, tienen un imán misterioso que hace cambiar la personalidad de los luchadores. Pero con tristeza he visto que hay quienes mudan de capucha como de calcetines, o sea, la pierden hoy y mañana se presentan con otra para volverla perder, y al rato volverse a enmascarar. Sin embargo, hay atletas que la perdieron y jamás se volvieron a cubrir el rostro, ejemplo digno de recordar es Black Shadow, don Alejandro Cruz, que nunca más la volvió a usar, de Ángel Blanco y del Dr. Wagner, que nunca más trataron de tomarles el pelo a los aficionados.
Se sabe, por tradición y respeto a los fanáticos, que cuando un luchador expone su capucha lo hace bajo un contrato especial en el que se especifica que de perderla obtendrá una garantía extra, por eso los promotores van valuando a los encapuchados bajo reglas exclusivas, pues una garantía de Atlantis, por mencionar una cara, vale mucho más que la de La Silueta, que tiene apenas un par de años luchando. También el valor de un luchador que ha ganado a pulso el estrellato, por ejemplo Místico, su garantía es superior a la de Pitekas Jr. Es así como se cotizan las capuchas que van adquiriendo más valor conforme quien las porta va ganando máscaras. Claro que los gladiadores mediocres se ganan la vida apostando su trapo y al rato usan otro. Ese es un cáncer que es tolerado por las comisiones estatales, no tanto por considerarlo un fraude, que lo es, sino por tradición. Es tiempo que se legalice ese truco bajo las siguientes reglas: El luchador que pierda la capucha en la Arena México o en otra arena, no podrá volverl a usar en ese mismo sitio, es decir, jamás pisará ese cuadrilátero con o sin otra capucha de por vida; sin embargo, podrá usarla en todas las demás arenas, pero con la condición de que en cada batalla la exponga, hasta que la haya perdido en todas las arenas donde suele batallar.
A muchos les parecerá tonta la idea, pero más tonto es que nos vean la cara y se tapen a cada rato, porque hay veces que sacan la foto de un luchador que acaba de perderla y mencionan todos los nombres con los que ha luchado y perdido el lienzo. Esto redundará en beneficio de los promotores que verán aumentadas sus ganancias y la del mismo atleta que se esforzará en dar más espectáculo.
He sabido de atletas que pierden su capucha en una arena, pero siguen luchando con ella hasta perderla en varias arenas. Esto no es cuento, y los promotores lo saben.
Pero sería atractivo ver luchar y perder su trapo a Luzbello en la Arena México, y verlo luchar al domingo siguiente en la Coliseo, pero con máscara. Creo que la idea debe fortalecerse con hechos, y uno de ellos es que un atleta enmascarado tiene más cariño a su capucha porque ella es la que lo ha consagrado, por eso debe respetarse esa teoría, porque cualquiera diría que para qué se tapa si ya lo conocen, pero no fueron testigos del rito que representa que le quiten su tapa.
Silver King, un señorón dentro del espectáculo, es un ejemplo claro de lo que estoy diciendo, pues últimamente ha decidido usar su capucha cada vez que trepa a una arena, y lo hace porque sabe perfectamente que con el trapo su personalidad cambia y su acción en el ring es mucho más espectacular que cuando lucha sin ella. Esto debe aplaudirle el público, porque después de todo, quiere agradarlo o exasperarlo, depende si le da por técnico o por salvaje.
Nota: No he olvidado la idea de enfrentar, por la vía de la imaginación, a Kahoz contra Murciélago; pero les prometo que pronto leerán esta formidable batalla que será a dos caídas de tres sin límite de tiempo.