Hola queridos amigos, sean bienvenidos a este su espacio. En esta ocasión contaré una anécdota que me sucedió en Cozumel, Quintana Roo, en donde fuimos a luchar mi padre Ray Mendoza y yo contra El Solitario y Ángel Blanco, dentro de un parque de beisbol, en medio de una gira que nos llevó a: Cancún, Mérida, Cozumel y Valladolid.
Recuerdo que en Cozumel fue una lucha bastante fuerte en la que Ángel Blanco terminó con una herida que le había hecho mi papá, sin embargo una semana antes las cosas fueron al revés, puesto que mi padre traía una herida en la ceja.
El día de la revancha, en el paraíso caribeño, mi antecesor le estrelló una silla en la cabeza a Ángel Blanco, que le provocó una herida de cinco centímetros aproximadamente. Al término de la lucha el promotor José Luís Vallejo, que era una persona muy fina, amable y atento; nos llevaba a comer y a descansar en los mejores hoteles.
En esa ocasión nos prepararon algo sabroso para comer, pero ya no llegamos a la cena porque el Ángel Blanco no dejaba de sangrar y como en esa ciudad no había comisión de lucha libre, nadie nos daba razón de donde podían darle los servicios de emergencia, hasta que lo trasladamos al hospital regional de Cozumel. Después de un rato le pregunte al doctor que estaba ahí lo que estaba pasando y me comentó que la herida era muy grande y que no podían parar la hemorragia, por lo que le di la agujeta de mi máscara y le dije: «Póngasela como si fuera una diadema y amárrele un poco fuerte hasta que vea que no bota la sangre». Regresaron y efectivamente la sangre había dejado de brotar. «Ahora dígame como lo cosemos» me dijo el doctor , «¿coserlo? -pregunte-. No solo póngale unos vendoletes,» pero no sabían como hacerlos, motivo que obligó a sentarme y hacerlos, para después indicarle como los debía colocar, y jalar.
El doctor, haciendo caso de mis indicaciones, fue a ponerlos y regresó diciéndome: «oiga, la herida ha cerrado muy bien pero sigue saliendo un poco de sangre». Saque un barniz uñas y le dije, «ahora vaya y póngale una plasta sobre la herida para que le tape la herida». A los pocos minutos volvió y me dijo: «Usted es un experto». «No,-repliqué-, sólo que nosotros hemos sufrido tantas heridas que tenemos que estar preparados y saber como parar la sangre, vea nada más como tengo la frente. Muchas veces ya esta uno en el hotel, la herida vuelve a sangrar, hay que parar la sangre a como de lugar. Uno va adquiriendo experiencia ya sea curándose uno mismo o curando a los compañeros».
Ese recuerdo se me quedo muy grabado porque no había ningún doctor que atendiera al Ángel Blanco y aun siendo nuestro rival lo tuve que curar. Entre compañeros nos hemos protegido siempre y si yo lo podía hacer, aunque no directamente, sí lo hice dándole consejos al doctor».
«Espero sus comentarios a ardimen3@yahoo.com. Nos vemos la próxima semana porque habrá algo digno que contar».
{module 163}