José Luis Durán King es historiador egresado de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la UNAM. Lleva 20 años ejerciendo el periodismo. En su columna «Vidas ejemplares», en el diario Milenio, analiza semana a semana criminales seriales. En su momento, revisó el caso de Juan Barraza Samperio, La Mataviejitas, quien luchara profesionalmente con el mote de La Dama del Silencio, actualmente recluida en la penitenciaría de Santa Martha Acatitla. En entrevista, Durán King explicó:
«La lucha libre no influyó en la conducta criminal de La Mataviejitas. Cuando se le capturó y se supo que era luchadora, los medios de comunicación (tan acostumbrados a ser jueces y verdugos) tomaron el pancracio como condimento para la historia que estaban vendiendo. Tan la lucha no influyó en Juan Barraza, que no asesinaba aplicando llaves, ella estrangulaba con cordones. Lo único que se puede tomar como particularidad de la lucha en La Mataviejitas, es su fuerza. Y es que cuando se investigaban sus homicidios, la policía pensaba que estaba tras un hombre.
«Los medios de comunicación han pervertido su función. En lugar de ser tribunas se han convertido en tribunales. Antes de conocer la realidad sobre un criminal, ya lo juzgaron. Y el grave problema es que ese juicio se convierte en popular. Se ignora el hecho de que todos tienen derecho a la defensa, y que el Estado está obligado a proporcionarla.
«Tomar a Juana Barraza como modelo del comportamiento del luchador es absurdo; es una mujer que sufrió una violación cuando niña por parte de un anciano; después, vivió como esposa de otro anciano, y eso (además de otros factores) le provocó una fobia. Por otro lado, algo que siempre sostengo es que el asesinato serial es ADN, no se repite, no se copia a nadie, es único, y por eso fascinante. En cada criminal en serie hay una historia única e irrepetible. Es muy difícil que se presente otro caso así en la lucha libre (curioso el hecho de que, en México, sólo ha habido 3 asesinos seriales, y uno era luchador), pues quienes la practican están en contacto permanente con la violencia y por eso no requieren un desahogo quizá como otras personas.
«Además, La Mataviejitas no era una luchadora estelar, era del montón y hasta vendía palomitas en las arenas. Tenía una gran pasión por la lucha, pero hasta ahí. Lo que hizo fue por sobrevivir, por cuestiones ritualísticas de que sentía la necesidad de asesinar por la infancia que vivió. Con todo lo anterior, queda claro que su conducta no fue derivada de la lucha libre».
Durán King señala que el aumento de la afición a los rudos es un mensaje del cambio en la percepción social del bien y el mal: «Los grandes cambios sociales se gestan en la psicología de los individuos. Evidentemente, vivimos a nivel global un deterioro de las instituciones tradicionales. Cada día nos damos cuenta de que no hay buenos buenos ni malos malos. Es común ver gente malvada que muestra su lado bondadoso (narcos que apoyan económicamente a gente pobre, por ejemplo), y viceversa, personas buenas que roban, corrompen y pervierten, lo que lleva al ser social a percibir que no hay absolutos. El creciente apoyo a los rudos es una simbolización del desencanto de la sociedad ante el deterioro de las instituciones bondadosas, desde la Iglesia hasta las elecciones federales».