Desde tiempos inmemoriales el hombre se ha enfrentado a animales, para sobrevivir y no terminar como alimento de osos, tiburones, tigres, leones u otras especies, o para cazar y alimentarse, o simplemente para disputarse el territorio.
En el circo romano más bien se sacrificaban cristianos al exponerlos a leones y otros animales y al mismo tiempo el público disfrutaba ese espectáculo, gritaba y a veces incluso espantaba a las fieras.
En los circos modernos hay entrenadores los cuales domestican durante años a animales salvajes como leones, tigres y elefantes para dar espectáculo. Claro, a veces las fieras matan e incluso se comen al domador.
Ahora boen, en la lucha libre también se puso como espectáculo en Estados Unidos la batalla entre un oso de más de 200 kilos (con bozal para proteger la integridad de su rival) y un luchador, claro, el oso terminaba «con el brazo en alto».
Hay otro caso, en Acapulco, a principios de los años 70, en una función, donde otro luchador se enfrentó ¡a un perro!, pero claro, el can tenía puesto un pañal por aquello del pudor. Finalmente «el mejor amigo del hombre» no se portó como tal en esa ocasión y venció al luchador.