Me he cansado de repetir que los réferis no respetan la modalidad en que se pactan los combates, pues todos y cada uno de los anunciados como relevos -ya sean sencillos, australianos o atómicos- terminan como batallas campales o de dos, tres o cuatro contra uno. Estoy seguro que la hermosura, la belleza de esas modalidades han desaparecido y desprestigiado a los promotores, pues el hecho de que no se respeten las reglas echa a perder el combate.
Es por eso que sigo señalando, con el deseo de que se imite, que los árbitros de la lucha norteamericana le dan un sello de seriedad y elegancia a los combates que referean y los hacen más emocionantes, ya que cuando uno de los atletas está siendo martirizado y trata de hacer contacto con su pareja para que lo releve, este simple detalle emociona a la gente y le hace vivir momentos de angustia, especialmente cuando el que pide ayuda es de su preferencia. Pero en nuestra lucha libre estos instantes han desaparecido, porque los luchadores no respetan el reglamento de los relevos y transforman el combate en un vulgar todos contra todos.
Me pregunto por qué los programadores no dejan de usar este nombre y anuncian sus luchas dos contra dos, tres contra tres, o cuatro contra cuatro para que los árbitros trabajen a gusto y la modalidad no sea burlada; pero para que esto suceda se necesitaría que la Comisión de Lucha Libre exigiera a cada empresa un reglamento que sea respetado, y en esa forma el deporte sea embalsamado con una seriedad que definitivamente no tiene. El público saldría ganando, porque vamos a suponer que se programe una lucha de relevos y el resultado sea una pachanga como las que diariamente se presentan; entonces, puede surgir una revancha que no sería de relevos, sino de dos contra dos al mismo tiempo y en súper libre.
Estoy seguro que con un reglamento perfectamente elaborado y en el que se explique detalladamente la forma en que los luchadores deben acatarlo, el espectáculo subiría en prestigio y seriedad. No olvidemos que ya no es el patito feo, sino el cisne de oro al que hay que cuidar con cariño y respeto, para que no se vaya a morir.
Siempre he exigido un reglamento, pero estoy convencido de que en la actualidad cada empresa debe tener el suyo, pues el deporte ha sufrido cambios notables, como la lucha aérea -que definitivamente reemplazó a la que era a ras de lona-, pues no solamente es más espectacular, sino que por la velocidad con que se desarrolla, no le da tiempo al aficionado para aburrirse.
He llegado a la conclusión de que es necesario elaborar un reglamento porque los cambios que el deporte ha sufrido así lo exigen. Hay que dejar a un lado esos cambios de llaves que Tarzán López y Black Guzmán exhibían en sus combates, allá por la década de los cuarenta y que eran un poema de belleza, ya que esos gladiadores tenían un nutrido repertorio de llaves y contrallaves; ahora hay que deleitarse con las proezas de Rey Misterio, Volador Jr., Místico y toda esa pléyade de pilotos del espacio con que cuenta actualmente el Pancracio…
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