Fray Nano, cronista de LA AFICIÓN, fue de los pocos que
se «atrevían» a mencionar en sus crónicas a la lucha libre.
Hoy la lucha libre, el espectáculo de moda, cumple 76 años de existencia; es decir, aquella piedra rocosa se convirtió en diamante, a pesar de todas las vicisitudes, humillaciones, desprecios e insultos por los que tuvo que pasar. En efecto, como indica el libro Memorias de la Lucha Libre, este deporte parte desde su instauración que fue el jueves 21 de septiembre de 1933, cuando don Salvador Lutteroth presenta la primera función de lucha libre sin sospechar que le estaba dando nacimiento al Patito Feo, sin saber que le había roto el cascarón para que el público empezara a saborear el deporte más criticado, pero más hermoso. Ese 21 de septiembre ya se ha inmortalizado, al igual que Yaqui Joe, atleta mexicano que poseía el título acuñado en la Unión Americana, de Campeón Mundial Ligero y que vencía al fortachón marinero Bobby Sampson, mientras que el Chino Achiu acribillaba y noqueaba a Ciclón Mackey. Debo señalar que las luchas preliminares las cubrieron atletas mexicanos salidos de los gimnasios de aquella época, como lo fueron Antonio Rubio, Jesús Castillo, Flamarion y Pavía.
He repetido que la batalla que ha sostenido el Pancracio por subsistir, ha resistido ataques de la prensa, insurrecciones de atletas, competencias, guerras de empresarios y ofensas de los aficionados; sin embargo, con el tiempo y gracias al esfuerzo de empresarios como el clan Lutteroth, Francisco J. Flores, Benjamín Mora, Carlos Maynes, Antonio Peña, la familia Moreno, etcétera, a cronistas como Antonio Andere, Fray Nano, Héctor Valero, Francisco Camacho, Julio César Rivera, etcétera, y a luchadores extranjeros de la capacidad de un Ray Ryan, que vino a promover la lucha ruda, de un Dizzy Gardenia Davis, que implantó la línea de exóticos, de Carlos Tarzán López, el genio de la ciencia que le dio un colorido a la división de peso medio al obtener el título mundial de la NWA al arrebatárselo a Octavio Gaona, que a su vez se lo había quitado a Gus Kallio, a las genialidades de Black Guzmán, al puño férreo de Firpo Segura, a las salvajadas de Gori Guerrero, a la pulcritud de un Aníbal, Solitario y René Guajardo que demostraron ciencia y salvajismo en sus lides, a Dientes Hernández, Loco Hernández y César Valentino, creadores de una inigualable simpatía; a los misteriosos Murciélago, Kahoz, Momia, Espectro, Sombras, etcétera, que fascinaron a los aficionados con sus lúgubres actuaciones. A un puñado de luchadores como Bello Greco, Sergio El Hermoso, Dalia Negra, Orquídea, etcétera, con sus desplantes que tenían el sello de exótico por lo «raro» con que actuaban, a enmascarados que hicieron época como Black Shadow, Tinieblas, El Santo, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, Atila, Ángel Blanco, Dr. Wagner, Solitario, Matemático, Místico, y con esa pléyade de gente joven como Mesías, Cibernético, Negro Casas, La Parka, L.A. Park, Shocker, Mr. Niebla, Silver King, Héctor Garza, Volador, Sagrado, Sangre Azteca, etcétera, independientemente del clan femenino que encabezan Faby Apache, India Sioux, las inolvidables Chabela Romero, Irma González, Pantera Sureña, Marcela, Lluvia y otras hermosuras que bañaron de felicidad los ojos de los aficionados.
Quiero recordar que hace años bauticé al Pancracio como El Patito Feo, debido a que en un principio los cronistas, excepción de Fray Nano y Antonio Andere, cronistas de LA AFICIÓN, eran los únicos que se «atrevían» a mencionar en sus crónicas a la lucha libre, pues los demás periódicos ni siquiera la tomaban en cuenta, pues les daba vergüenza hablar de ella. El tiempo fue pasando y de pronto la televisión apareció en el firmamento y la tomó en cuenta, realizando una estupenda publicidad al lanzar al Médico Asesino, Tonina Jackson, Carnicero Butcher, Enrique Llanes, etcétera, pero de pronto desapareció la lucha de televisión, pues un regente de la ciudad de México la prohibió, y un alto comisionado de la lucha libre impidió que las mujeres actuaran en el D. F.. No niego que eso fue una artera puñalada al deporte, pues muchas luchadoras se retiraron, aunque otras continuaron actuando en provincia. Sin embargo, todo eso calentó la estufa y los aficionados concurrieron a las arenas con más ganas, pues entonces no solamente los pepenadores y boleros asistían, sino también gente de la farándula, políticos y profesionales, sobre todo para conocer al Santo, a Black Shadow y Gorilita Flores, que impresionaba tanto con sus topes voladores.
El tiempo siguió nutriendo al deporte y cuando aquellos que la humillaron y despreciaron desaparecieron del ambiente, la lucha vuelve a la televisión y surge un tipo que ya había pronosticado que él podía llenar la Arena México, don Toño Peña, que haciendo a un lado el pasado transforma el espectáculo y le da vida con edecanes, con luces, con variedades y triunfa con inusitado éxito, a pesar de que a mí nunca me gustó el cambio que le hizo al deporte, aunque debo admitir que al público sí le gustó.
Es así como llegamos a las Bodas de Diamante del Pancracio; es así como aquel Patito Feo cambia de plumaje y se convierte en El Cisne de Oro.
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