Vertiginoso ascenso del Hijo del Fantasma

Cansado pero contento, despidiendo aún el olor a aceite de canela con que frotó su cuerpo antes de salir a luchar, El Hijo del Fantasma responde a BOX Y LUCHA:

¿Qué significó para ti ganar el torneo la Generación del 75?

Yo debuté aquí, en la arena México, el 11 de abril de este año, y para el 30 ya estaba programado –con El Valiente y La Máscara- en una lucha por el campeonato nacional de tríos ante Volador Jr., Sagrado y La Sombra. Aquella noche di todo, pero no fue suficiente. Cada semana trae un reto nuevo y, durante el torneo viví la noche más dura dentro del Consejo Mundial de Lucha Libre: me abrieron el labio y, por un golpe en la cabeza, casi me sacan de la contienda. Afortunadamente, todo salió como yo esperaba. Diamante Negro es un luchadorazo, tiene buen físico y mucha condición; fue difícil doblarlo, pero lo logré. Hoy festejo, pero hay que seguir trabajando.    

Alcanzaste la gloria muy rápido. ¿Ha influido ser el heredero de El Fantasma?

No. Fue difícil llegar, pero más mantenerse, y de eso yo me encargaré, sin que ningún nombre repercuta en cada uno de mis logros. Entreno aquí desde hace un año y lo he hecho muy bien; por eso, todos mis movimientos son seguros. El señor Paco Alonso confía en la Generación del 75 y no lo vamos a defraudar. Esta victoria me convierte en el rival a vencer dentro del grupo. Es un orgullo, pero también una responsabilidad enorme.

¿Qué sigue en la carrera del Hijo del Fantasma?  

Mi objetivo es defender el campeonato mundial de tríos del CMLL, que tengo con Héctor Garza y La Máscara. Vamos a demostrar que no somos una tercia de ocasión. Por otra parte, Sangre Azteca y Virus se han portado groseros conmigo, y tendrán que cuidarse. También quiero el campeonato de Atlantis o el de Rey Bucanero, pero lo que más me interesa es seguir luchando en el cuadrilátero sagrado de la arena México.

Enfundado en un pants, El Hijo del Fantasma se despide mientras, en la salida de la arena México, la gente se aglomera para pedirle la foto y el autógrafo. No se le borra la sonrisa cuando un niño le dice que Místico es mejor que él y que no le gusta su máscara, porque es de un fantasma que camina.

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