Lizmark, 32 años de altos vuelos

alt

En marzo pasado, Lizmark cumplió 32 años de regar calidad sobre los encordados. Rendimos un merecido reconocimiento a este luchador acapulqueño, quien nos habla de momentos poco conocidos por la afición:

“Tengo 32 años de estar en el negocio de la lucha libre; a toda la gente que lee BOX Y LUCHA, quiero decirles que nací en Llano Grande, Oaxaca, que está en los límites con Guerrero, pero a la edad de nueve años nos fuimos a dicho estado, así que soy más acapulqueño que oaxaqueño, pero lo cierto es que soy de Costa Chica, que abarca ambas entidades. Fuimos siete hermanos, cuatro hombres y tres mujeres, soy el segundo. Quedé huérfano de padre a los siete años, así que me vi en la necesidad de trabajar para ayudar a mi madre, Alicia, quien murió hace un año.

“Trabajábamos vendiendo dulces, sacando monedas de donde se pudiera, pero siempre en forma honrada, y fue allí donde empecé a incursionar en los clavados y competencias de nado, eso les gustaba a los turistas y había más dinero. A pesar de las carencias, mi infancia fue muy bonita porque tenía todo, pero en especial me gustaba estar rodeado de la naturaleza pues pasaba mucho tiempo en el mar. Éramos una familia muy unida, nos queríamos mucho y nos seguimos viendo con ese mismo cariño.

“Primero me puse a entrenar box, era muy bueno porque en la playa se pelea uno por cualquier cosa, pero cuando tenía 16 años se suspendió el boxeo en Acapulco y ya no tuve oportunidad de debutar como profesional, y me fui a hacer pesas, en ese tiempo ya era clavadista en La Quebrada. Fui Mr. Gimnasio, Mr. Acapulco y desde ese tiempo, la gente me preguntaba si era luchador porque tenía buen cuerpo. Mis primos empezaron a ir a las luchas a la arena Coliseo de Acapulco, y un día me invitaron, y fue como me nació el amor por este deporte. En esa ocasión vi al Santo, Ángel Exterminador y Ángel Blanco.

“Entrenaba en un gimnasio donde también iba un luchador de nombre Lucifer, quien me sugirió entrenar lucha. Como ya traía el gusanito, me animé. Me llevó a la arena Coliseo, me presentó a los profesores Abundio Rabilla y Braulio Mendoza. En mi primer entrenamiento me sofoqué demasiado y se me hacían difíciles los ejercicios de tombling; la cintura se me inflamó, me luxé un hombro, pero aún así seguí, hasta hoy, porque lo que yo tengo en mente siempre lo cumplo”.

“Cuando tenía tres meses de entrenar, hubo en examen para todos los nuevos, pero no entré, me dijeron que para la próxima, pero para ese nuevo examen tuve que esperar tres años; entrené lucha grecorromana, olímpica y un poco de libre, aprobé mi examen y debuté al mes. Mi presentación fue algo especial porque uno de mis profesores, Abundio Radilla, se retiraba de la lucha, así que aprovecharon ese momento para darme publicidad en las revistas y como la gente ya me identificaba como Lizmark, no hubo problema. Me presenté el 13 de marzo de 1976, en una segunda lucha, en los llamados domingos populares; éramos El Extraño y yo para The Ranger y Braulio Mendoza. Gracias a Dios, se llenó el Coliseo de Acapulco.

“Nunca luché con otro nombre, siempre he sido Lizmark, y con el mismo equipo. En mi inicio, era un luchador aéreo, rápido, musculoso, con físico bien trabajado. Una semana después de mi debut, me programaron en la lucha estrella con los gladiadores de la capital. Estudié Hotelería y lo combinaba con la lucha libre. Al año de mi debut, ya estaba en la ciudad de México, aprovechaba la mala temporada del turismo para venirme a luchar aquí, después de Semana Santa pedí permiso tres meses. En la capital mi debut fue en la Pista Revolución contra Tauro y Manuel Robles, mi compañero fue Apolo Castilla; ese día la gente nos aventó dinero porque la lucha fue muy buena.

“En esos tres primeros meses no aparecí en la arena México, regresé a Acapulco, al hotel donde trabajaba; fue hasta el año siguiente cuando me presenté en la arena México en una primera lucha contra Rodolfo Ruiz, y la gente me agarró bien. En ese tiempo pesaba 74 kilos, y como era muy delgado, me empecé a desanimar ya que no veía buenas oportunidades; en mi tierra era estrella, me enfrentaba a los mejores luchadores de la República, y aquí no figuraba, lo más que alcancé fue una semifinal. Todo mundo decía: ‘Se va a vivir la era de Lizmark’, y yo muriéndome de hambre.

“En 1979, tres años después de mi debut, Américo Rocca se coronó campeón nacional welter y lo reté; la primera vez no le pude ganar, pero vino una segunda oportunidad y lo destroné. Llegué a México como campeón nacional welter y a partir de entonces me vi en las luchas estelares”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra