-Y ahora, ¿tú que tienes?
-Nada, mano, la verdad es que estoy muy decepcionado. Acabo de dar las gracias en la Empresa Mexicana de Lucha Libre, pues de plano me dijeron que no tenían planes para mí.
-No te agüites, así es esto. Mejor, acompáñame a las oficinas de Triple A a ver mi lista de trabajo para esta semana.
Y me fui con él. Mientras mi amigo Pentagon Black revisaba la lista, yo afuera pensaba mi situación. En eso, llegó el licenciado Antonio Peña. Para verme mejor, se levantó los lentes negros. Me saludó y me dijo: «Tu trabajas en la Arena México, ¿no? Eres Ultimátum» «Sí, señor, pero justamente vengo de dar la gracias. Quizá estoy a punto de retirarme». Ahí me quedó claro que el licenciado Peña era un gran observador. Que cuando trabajaba en relaciones públicas de la EMLL, había tenido tiempo de verme. «Mira, tómalo con calma. Vamos a platicar a mi oficina». Había como veinte personas que lo estaban esperando, pero antes que a nadie, y sin tenerme en agenda, me recibió. Él sabía qué era vivir una crisis profesional, fue luchador y comprendía a la perfección mi situación. Me dijo que me daría una oportunidad en su empresa, y que había que buscar un personaje.
En la siguiente ocasión que nos vimos, empezamos a perfilar mi nueva caracterización. Me sondeó sobre mis gustos y opiniones. Ahí le conté cuánto me había impactado Anthony Hopkins en El silencio de los inocentes. Con eso en mente, tomé en casa una careta de hockey, la recorté hasta que quedó como el bozal de Hannibal Lecter, y se lo mostré al licenciado Peña. Quedó encantado, porque la careta acentuaba lo expresivo de mis ojos y me hacía ver como un demente. «¿Y cómo te llamarías?», se quedó pensando, hasta que me preguntó: «¿Cómo tranquilizan a los locos?» «Con choques eléctricos», respondí. La cara se le iluminó, y sentenció: «Ya está, serás Electroshock».
Nací en Torreón, pero de muy pequeños, mi padre nos trajo a vivir a la ciudad de México. Así que soy más capitalino que nada. Vivimos en varias colonias, pero nos asentamos en la delegación Tláhuac. Mi papá siempre nos inculcó el deporte. Era un hombre muy exigente, yo le temía, porque las cosas debían hacerse como él lo ordenaba. Era su manera de guiarnos por el camino del bien. Fui un niño reservado, cumplidor en la escuela, aunque no brillante. Desde muy joven, el deporte se volvió mi más grande pasión.
Una ocasión, con mis compañeros de secundaria fuimos a dar a un gimnasio. Yo era un adolescente muy flaco. Vi una fotografía de Arnold Schwarzeneger, y quedé impactado con su físico. En ese momento, no sabía quién era ni cómo se llamaba, así que me puse a investigar. Cuando conocí sus logros como fisicoculturista, lo empecé a admirar más. Desde entonces se me metió en la cabeza hacer pesas, para emular en algo aquel colosal cuerpo.
Otra cosa que me marcó de niño fue el Toreo de Cuatro Caminos. En su juventud, mi padre entrenó lucha; tuvo la oportunidad de hacer algo más en este deporte, pero cosas de la vida se lo impidieron. Mi hermano Charly y yo logramos cumplir su sueño. A él le encantaba la lucha, y nos fomentó ese gusto. Un día nos llevó al Toreo, y quedé impactado por ver un lugar tan grande atiborrado de gente. Definitivamente, los luchadores de esa época eran fenomenales, pero a mí me impactó Fishman. Desde entonces es mi ídolo. Me maravilló su gran físico, su carisma, su forma de ser rudo, los colores tan hermosos de su equipo. En un momento de esa función, me dirigí al baño. De regreso, me quedé parado un instante en uno de los pasillos. De repente, sentí una presencia detrás. Voltee, y me llevé la sorpresa de mi vida: Fishman observaba a la muchedumbre que le gritaba, se dirigía a luchar (antes no había música ni edecanes que acompañaran a los luchadores). Me miró, y me revolvió el pelo con una de sus manos. Quedé petrificado. Ya de vuelta en mi asiento, mi padre me dijo: «Ése es Fishman, un luchadorazo; es lagunero, nuestro paisano».
Empecé a entrenar allá en delegación Tláhuac, con El Norteño. Pero mi anhelo de ser luchador me llevó más lejos. Me propuse entrar a la Empresa Mexicana de Lucha Libre. Antes, saqué mi licencia de luchador profesional. Fue un examen durísimo, en la arena Plan Sexenal. Aquella ocasión, mi rival fue Axxel, el nieto del Santo. Por eso, lo saludo con afecto cada que lo veo. Al pasar la prueba, vino la necesidad de crearme un personaje. Pensaba y pensaba, pero no se me ocurría gran cosa. Un domingo en la noche, veía la televisión con mi padre. Estaba el programa Siempre en Domingo. El conductor Raúl Velazco presentó a un grupo de rock llamado Ultimátum. El nombre me llamó la atención. Le pregunté a mi padre el significado de aquella palabra, y me mandó a buscarlo al diccionario. Lo encontré: «Ultimátum: último aviso». «Papá, como vez si me llamo Ultimátum», «suena bien, además, es como una advertencia para tus rivales».
Con lo que había aprendido, fui a buscar una oportunidad. En las oficinas, sólo me daban largas, hasta que el entonces programador, Juan Herrera, al verme ahí tan seguido, decidió hacerme una prueba. Me llevó al gimnasio de la arena, y le pidió a Adolfo Bonales que me calara. Él me puso a entrenar con las estrellas de ese momento. Me dieron una friega terrible. Cuando Herrera volvió, preguntó a los examinadores que cómo me veían, y ellos respondieron que no andaba tan mal, pero que me hacía falta una pulida. Me alegró demasiado que me dijeran que podía quedarme. Mi constancia sombró a muchos, pues entrenaba de 8 de la mañana a 2 de la tarde. Poco a poco me gané la oportunidad de ser parte del elenco. Empecé a entrenar con el profesor que más admiro y respeto, y del que más aprendí: Arturo Beristáin, quien, entre otras muchas cosas, me enseñó la llave con que gané el torneo Rey de Reyes.
Pasaron algunos años, y la sorpresa de ser admitido se diluyó por la amargura de no ser tomado en cuenta. Después de un largo tiempo de trabajo y entrenamiento, intenté hablar con el señor Paco Alonso, pero por sus ocupaciones, nunca me recibió. Hablé con don Juan Manuel Mar, y de plano me dijo que no había planes para mí. Salí casi llorando porque veía mi sueño desmoronarse. Estaba decidido a retirarme y olvidar la lucha libre. En esas estaba cuando me encontró Pentagon Black y…
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