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La cita fue en la Plaza de la Santa Veracruz, ubicada frente a la Alameda Central, en el DF. Lo vi llegar, vestía una chamarra negra de cuero, pantalón negro y camisa azul marino; el incesante ruido de los carros que pasaban por la avenida Hidalgo no me dejó escuchar su saludo. Nos encaminamos a la iglesia y entramos a la bóveda donde están depositados los restos de su padre El Sanguinario. Súper Muñeco nos contó:
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"El primer recuerdo que tengo de mi padre fue cuando me llevó a verlo entrenar lucha olímpica, aún está fresco, como si fuera hoy, cuando le pidió a sus compañeros que lo ayudaran a poner una colchoneta para entrenar, esto fue en el gimnasio Jordan, donde estaban luchadores como El Gallo Tapado o Caballero Tigre, Mario Correa, su profesor era Daniel Cervantes. Otro lejano recuerdo fue cuando me llevó a Acapulco, a la arena Coliseo, junto con mi hermana Judith y mi madre".
Al entrar a la recepción todo era ordenado y pulcro, le dimos los buenos días a una secretaría que nos recibió con una sonrisa que más bien pareció mueca de desagrado. Al fondo, vestido con un impecable traje oscuro, estaba el encargado del lugar; su huesudo rostro volteó a vernos mientras sus manos, que parecían de pianista, tecleaban una computadora y me recordó al terrorífico Dedos de Los Locos Adams, Súper Muñeco volteo a verlo y continuo hablando: "Recuerdo sus máscaras, capas, botas y la arenita La Moderna, allá por la colonia Portales, a la que me llevaba a verlo luchar".
Al entrar vimos cientos de gavetas, el agradable olor a madera hacía olvidar que estábamos rodeados de restos humanos cremados; Muñeco nos enseñó el de su papá y prosiguió: "Un día agarré una máscara y le dije: ‘¿Que es esto?’, porque veía las películas del Santo y Blue Demon. Me dijo: ‘soy luchador profesional, hijo’. En otra ocasión, a unas cuadras de llegar a una arena, mi padre se puso la máscara y me sentí feliz, no cabía de gozo, estaba orgulloso. Cuando llegó a la arena Nocaut al Gusto (hoy Naucalpan), luchó como Bronco Palafox y después se presentó, ya como El Sanguinario, en San Juan Pantitlán. Desde niño me enseñó a ser honesto, trabajador y deportista, fue estricto pero siempre lo hizo para que no nos fuéramos por el camino del mal".
El sol invernal, que más que calentar, quema, entraba discretamente por una ventana; al posarse en la máscara de Súper Muñeco, parecía que la dotaba de vida. Ahí, parado frente a la gaveta de su padre, continuó: "Mi papá se dedicaba a hacer ropa y arriba de las máquinas de coser puso una máscara que compró, un día le pegaron a mi hermana y no supe cómo, pero me subí a la máquina, bajé la máscara y ya puesta fui y le pegué al niño que le había pegado. Él no quería que fuera luchador, yo tenía 14 años y entrenaba en el Peñón de los Baños, sabía que iba a los entrenamientos porque ahí estaban varios amigos de él como Panamá Panther, Chamaco Ramos, Cobra Azul, Las Muertes Malditas, Gori Casanova Jr, Sombra Vengadora, Oso Vikingo, Halcón Dorado, Eddy Moreno y El Maldito. Un día le dijeron que ya luchaba, y al llegar a mi casa cuál sería mi sorpresa al ver su automóvil, no era común ya que yo siempre llegaba antes que él, me recibió con un cinturón en la mano: ‘¿De dónde vienes?’, ‘de la iglesia’, respondí. De pronto soltó el primer cinturonazo y me dijo que no quería que fuera luchador porque era muy peligroso, me podía lastimar, pero al otro día empecé a entrenar con Pedro Nieves porque me dijo que las cosas tenían que hacerse bien. Después luché como El Sanguinario II y cuando nació Súper Muñeco, no le agradó la idea, nunca me dijo el motivo, pero cuando vio el cariño de los aficionados las cosas cambiaron.
"Siempre me inculcó el respeto a mis compañeros, rivales y a los grandes como Ray Mendoza y El Solitario. Siempre fue muy seco y estricto, pero dentro de toda esa dureza era muy tierno. Lo recuerdo a cada momento ya que tiene muy poco de muerto. Gracias a toda la gente por acordarse de mi padre".