El pasado 16 de abril se cumplieron 20 años de la muerte de mi hermano, Villano II, y 6 de la de mi papá, Ray Mendoza. Rara coincidencia que ambos hayan muerto el mismo día, y también que los dos se llamaban José. Mi hermano falleció 4 años después que mi madre. El deceso de mi madre fue algo que dolió bastante ya que era el primer miembro de la familia que se iba; a partir de ese momento el ánimo de Pepe empezó a decaer.
Mi padre nos decía que el dolor por el fallecimiento de mi hermano era algo que teníamos que superar. Había que seguir adelante, porque mi madre así lo hubiera querido. Tras el fallecimiento de mi mamá, Pepe empezó a sentirse mal anímicamente, no entrenaba con el mismo ahínco. Las luchas que siempre daba mi hermano Villano II, aunque poco, bajaron de intensidad. Primero fue campeón de parejas de la arena Coliseo; tenía todo para ser estrella por muchos años, pero tuvo una lesión en la clavícula. Decía que no lograba concentrarse en lo que hacía, luego se lesionó una rodilla, hasta que un día no aguantó más y falleció.
Villano II tenía una chispa tremenda y como luchador era el mejor de todos, con carisma y ángel. Me enseñó muchas cosas que me sirvieron durante toda mi carrera. Entrenó en los baños Gloria con el profesor Andrés Reyes. Me gustaba su estilo; era más grande que yo por seis o siete años. Cuando murió tenía 40. En una ocasión tuvo un problema con Mantequilla Nápoles, un boxeador que fue campeón del mundo en peso welter. Estábamos conviviendo en un restaurante y Mantequilla -quien en ese tiempo ya tomaba mucho- le invitó una botella de licor. Mi hermano no quiso y agradeció el detalle del cubano, pero éste insistía y casi ordenaba. Pepe, con mucha paciencia, trataba de justificar su negativa, pero eso en lugar de tranquilizar al campeón, lo molestó más.
"Pues te la vas a tener que tomar, porque yo soy Mantequilla Nápoles y no le invito a cualquiera", insistía el pugilista. Mi hermano le contestó, en tono enérgico: "Agradezco tu invitación, yo te admiro como boxeador, pero si quisiera tomarme una botella, traigo para pagarla, es sólo que no quiero". Mantequilla se acercó como queriendo pelear, pero mi hermano fue más rápido, lo esperó, sólo le dio dos golpes y el campeón cayó. Pagamos la cuenta y salimos.
En otra ocasión tuvo problemas en Nogales o Ciudad Obregón, según me platicó un compañero. Un sujeto se dedicó a insultar a varios luchadores hasta que mi hermano aceptó el reto del tipo ese y le dio una buena tunda.
Mi papá siempre nos dio el ejemplo de entregarnos al cien por ciento. Él y yo entrenábamos en los baños Gloria y un día fuimos al Comité Olímpico porque éramos preseleccionados en el equipo de lucha olímpica con el profesor Husein. Villano II se midió con Roberto Vallejo, Mario Tovar y Flores Arévalo, él y mi hermano Villano I ganaron el derecho de ir a las Olimpiadas pero al final les dijeron que no irían porque eran demasiado jóvenes. Por ese tipo de cosas estamos como estamos en el deporte amateur, la gente hace lo que le conviene para su beneficio personal y no lo que ayuda al deporte. Mis hermanos eran mejores que los que fueron y hubieran hecho un mejor papel.
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