¡Murió el Nazi!

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Ignacio Gómez Ruiz, quien luchara con el nombre de El Nazi, dejó de existir. Un día antes de su deceso fui a visitarlo al hospital. Su hijo -el ingeniero Fidel Ignacio Gómez- y el nieto de El Nazi me dijeron que estaba inconsciente en el área de Terapia Intensiva, que tenía infinidad de cables y sondas conectados a su cuerpo, que un respirador artificial le suministraba oxígeno y que nadie podía subir a verlo. Ambos se turnaban para hacer guardia y recibir informes de los médicos. Sólo de madrugada corrían con suerte, porque cuando había poca gente en la sala de espera del Hospital General de Zona No. 58, General Manuel Ávila Camacho, los doctores permitían que uno de los dos subiera a mirar desde muy lejos el sitio donde yacía El Nazi; sin embargo, el parte médico no era nada alentador.

Con una entereza que me achicaba el corazón, Fidel Ignacio Gómez me habló de cómo empezó la tragedia: «Fue el pasado sábado 22 de noviembre. Mi papá estaba muy tranquilo en su casa. Desde que mi madre falleció hace varios años, no había vuelto a relacionarse sentimentalmente con alguien. De pronto, empezó a sentir dolor en el pecho y éste se fue haciendo más intenso. Pensábamos que se trataba de una enfermedad respiratoria provocada por las bajas temperaturas que hay en la ciudad; entonces, mi hermana y mi cuñado lo trajeron al hospital.

«Después, los médicos le hicieron un electrocardiograma y justo cuando nos estaban informando que el problema estaba en el corazón, mi padre comenzó a sufrir múltiples infartos y fue necesario sedarlo. Ya no le permitieron salir y desde ese día permanece en Terapia Intensiva.»

La mañana del sábado 29 de noviembre -un día después de mi visita al hospital- recibí una llamada con la terrible noticia: había muerto El Nazi, a los 76 años de edad.

En la tarde, llegué a la agencia funeraria García López, allá por Satélite. A pesar de su dolor, Fidel Ignacio Gómez y su hijo me recibieron con la misma cortesía que los caracterizó en el hospital. Aunque en ese momento todas mis preguntas resultaban inoportunas, impertinentes, Fidel Ignacio Gómez accedió a hablar para BOX Y LUCHA:

«El problema que mi padre tenía en el corazón se agravó en la madrugada de hoy. Empezó a perder su ritmo cardiaco y su presión arterial bajaba cada vez más. Tampoco respondía a todos los aparatos que tenía conectados. A las 8:20 de la mañana su corazón no aguantó más.»

Cuando Fidel Ignacio Gómez hablaba se mantenía sereno, con esa calma que los médicos recomiendan en casos difíciles o mientras lo tienen a uno tendido en la plancha del quirófano. No lloraba, pero los labios le temblaban cuando aseguraba que, a pesar de todo, El Nazi era fuerte como un roble:
«Mi padre siempre fue muy sano. Amaba el ejercicio. Jamás tuvo problemas del corazón o de la presión arterial, pero en la vida nunca se sabe. Los médicos nos decían que hay tres niveles de gravedad en la clasificación de los infartos. Él ingresó al hospital con el grado más alto. Le estaban suministrando varios medicamentos pero su corazón no respondía y fue necesario incrementar las dosis. A pesar de eso seguía sin reaccionar. Como debía su vida a la lucha libre, decidimos informar de su estado de salud a la familia luchística. Sabemos que tuvo muchas amistades que no nos dejarán solos ahora, que lo peor acaba de ocurrir.»

En la agencia funeraria había varios familiares y amigos cercanos de El Nazi. Mientras estuve presente, nadie del ambiente luchístico llegó a darle el último adiós. Fidel Ignacio Gómez aseguró que no pudieron avisarle a mucha gente porque casi no tenían contactos (El Nazi nunca quiso que alguien de su familia fuera luchador) y en las oficinas de las empresas nadie contesta el teléfono los sábados.

Sentí escalofrío cuando escuché el mensaje que Fidel Ignacio Gómez mandó a los aficionados: «Gracias por el cariño que tantas veces le demostraron a mi papá cuando lo encontraban en la calle y lo saludaban, a pesar de que estaba retirado. Tal vez no fue una leyenda cinematográfica pero tuvo su lugar en la lucha libre. Por algo le llamaban ‘profesor’ aunque nunca dio clases. Todavía hay luchadores que continúan haciendo su llave: la suástica.»

A las tres de la tarde del domingo, los restos de El Nazi fueron cremados. La familia aún no decide qué hará con sus cenizas. A Ignacio Gómez Ruiz le sobreviven tres hijos: Virginia, Margarita e Ignacio, además de once nietos y tres bisnietos.

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