Familia Moreno, tradición en lucha libre

La vida y las luchas les sonríe.

SIEMPRE que se habla de dinastías luchísticas se menciona a Los Villanos, Los Brazos, pero existen otras de igual importancia como la iniciada por Alfonso El Acorazado Moreno, integrada por Rossy, Esther, Cinthia, Alda y El Oriental. En una ocasión, a la edad de 5 años, Alda se aventó una plancha desde la tercera cuerda hacia afuera del ring con la salvedad de que no había nadie para recibirla. De esa audacia guarda como legado una cicatriz, su primer trofeo.

ROSSY MORENO:

«Desde niña hacía de todo en la arena, pegaba programas, quitaba el ring, lo volvía a poner, componía la lona, volanteaba y era taquillera. Desde chiquita siempre jugaba, pero mi juego no era con muñecas, ni bicicletas, sino en el cuadrilátero. Para mí fue más difícil ya que abrí la brecha; en una ocasión me dijo Cinthia: ‘Tú no sabes lo que yo he sufrido en la lucha’, pero en la realidad ella recorrió un camino que yo ya había transitado, y que estaba más espinoso. Enfrenté a rivales como Marina Rey, Chela Salazar, Toña La Tapatía, Chabela Romero. Lo que más me enorgullece es que todos mis hermanos son estrellas de la lucha libre».

ESTHER MORENO:

«Cuando me subía al ring a jugar nunca pasó por mi mente que esto iba a ser un negocio para mí, y que iba a ser parte importante de mi vida; el día que decidí ser alguien en la lucha libre fue cuando vi a mi hermana Rossy y quise ser como ella para lo cual me debía esforzar al doblé. Todos en la familia hicimos de todo en la arena Azteca Budokan, recuerdo que iba con mi hermana Rossy a pegar programas en la noche y en la función vendíamos tortas y refrescos. Nunca pensé en claudicar, aunque los entrenamientos con Blue Panther eran muy fuertes».

CINTHIA MORENO:

«Mi caso fue diferente, pues a mí sólo me gustaba ver las luchas quería ser abogada, pero me emocionaba ver a Rossy, Estela Molina e Irma Aguilar. No me había dado cuenta que también traía en la sangre la lucha libre hasta que un día mi papá me dijo: ‘Muchacha, súbete al ring, deja de estudiar para que seas estrella de la lucha como tus hermanas’. Mi primer maestro fue mi papá, después El Rayo Tapatío, Pepe Casas, Negro Casas y Blue Panther. La escuela que he tenido ha sido con base en superación porque siempre quise ser mejor que mis hermanas, porque al empezar más grande a entrenar, era una presión ya que la gente decía: «Todas Las More son muy, buenas hay que ver cómo es Cinthia».

La familia Moreno, legado del “Acorazado”.

EL ORIENTAL:

«Desde que tengo uso de razón, la lucha ha sido mi vida; el piso de la arena era de tierra; el techo era de láminas de cartón; yo vendía refrescos, pero me daba mi tiempo para ver las luchas. Recuerdo a gladiadores como El Búfalo, Mil Máscaras, Rayo de Jalisco, Vagabundo, Coloso Colosetti, Dorrel Dixon, Tamba, Tinieblas, El Adolescente, Ray Cruz y El Indio Yoko (que fue esposo de Zuleima) y el luchador que más me impresionó fue El Hombre Increíble. Me sorprendía que la gente que me veía de niño hacer las cosas de los grandes; y para mí era un orgullo que me admiraran y como mis hermanas entrenaban con Blue Panther, también fui a entrenar con El Maestro Lagunero. Mi hermana Rossy me invitó a pasar unas vacaciones a Torreón y ahí entrené con Dr. Wagner; en una ocasión acompañé a mi cuñado a la arena Azteca, de Raúl Reyes, y faltaba un luchador, y ese día fue mi debut con las zapatillas que EI Mocho Cota me prestó».

ALDA MORENO:

«A partir de los 4 o 5 años me subía al ring; llegaba un maestro, me subía; llegaba otro, y ahí voy otra vez para arriba. Todo el día eran luchas, luchas y más luchas, por eso es que cada uno de nosotros tiene estilo diferente, por ejemplo, Cinthia empezó a entrenar lucha ya grande, fue hasta que terminó la secundaria, pero yo inicié a los 5 años. Considero que para mí fue más fácil porque se dio como un juego. Nada fue impedimento para entrenar lucha libre, aunque viera a mis hermanas lastimadas; nunca tuve miedo. Recuerdo que en una ocasión fui a luchar a una escuela y me di un golpe en la cabeza, y el doctor me dijo que si volvía a darme un golpe igual podía quedar paralítica, pero nunca he pensado eso».

 

BOX Y LUCHA No. 2805, febrero de 2007

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